viernes, diciembre 05, 2008

El cuanto del Grillo y la Caracolita.

...-Anoche – afirma me contó la historia de una caracolita.
-¿una caracolita?
-sí, y un grillo.
Una nueva pausa. Las bocas entreabiertas y los ojos redondos esperaban ávidos.
La voz infantil del contador de cuentos inicia su relato en medio de un silencio profundo.
Era una caracolita de color rosa: Una mañana dijo a su madre:
-mamá, yo quiero casarme.
-Bueno, dijo la caracol. Ven para que te ponga bonita.
Y la llevó a un charco para lavarle la cara. Le pintó sus labios de color sangre: le puso un traje nuevo y un moñito azul sobre la cabeza y le dijo:
-Vete a la calle para que busques novio. Como te verán bonita, todos van a querer casarse contigo. Tú escoges.
-Madre, ¿a cuál debo escoger?
-Al que sea mejor marido.
¿y cuál será el mejor marido.
-el mas trabajador.
Después, la madre explicó a su niña que toda caracolita debe buscarse un compañero que sea muy trabajador, para que le construya una casa bonita y la lleve cargando sobre sus espaldas.
La caracolita salió a la calle cantando y abriendo muy bien los ojos.
A la orilla del camino estaba un topo gris, cavando su casa entre surcos del sembrado.
-Buenos días, señor Topo.
-Buenos días, Caracolita
-¿Qué está usted haciendo?
-Trabajando niña , trabajando...
La caracola, la pobre vio el pelo gris y los ojos opacos de su amigo topo. Olía a sudor y a mugre; pero era muy trabajador y sabia construir su casa. Y ella tuvo miedo de pasar las noches a su lado.
Corroí , corrió, corrió, hasta que se encontró con un caracol que caminaba despacito, arrastrando su casa de cristal sobre su espalda.
-Buenos días, Caracol.
-Buenos días, Caracolita.
-¡trabajando!
La caracolita tuvo miedo otra vez. Miedo de pasar los días al lado de aquel caracol trabajador y huraño.
“!Que feas son las gentes que trabajan!- pensaba-. Yo no me casaré nunca”.
Pensando , pensando, se le vino la noche encima.
Como estaba cansada, se sentó a la entrada del bosque. Tenia tanta tristeza que los ojos se le habían puesto salados.
De pronto, una música suave y alegre le atajó el llanto. Detrás de los matorrales alguien tocaba el violín y cantaba una cancioncilla.
Cuando estuvo mas cerca se encontró a un grillo joven que tocaba su violín y dando saltitos.
-“¡Qué grillo tan lindo!- pensó- si yo pudiera casarme con él!” Mientras más lo miraba, más bello le parecía. “!Ese grillo bailarín alegre haría un magnifico marido! La vida sería bella, deliciosamente bella a su lado, siempre oyendo su música y siguiendo sus danzas.” -Buenas noches, señor Grillo.
-Buenas noches Caracolita.
-¿Qué estás haciendo?
-¡Bailando!
La caracolita pensó con ilusión: “¡Si este grillo supiera trabajar...!”
-Y cuando no bailas que haces, ¿qué haces?
-Cuando no bailo, canto.
-Y cuando no cantas, ¿qué haces?
-Cuando no canto, ni bailo, toco mi violín.
-y cuando no cantas, ni bailas, ni tocas el violín, ¿qué haces?
-cuando no canto, ni bailo, ni toco mi violín me echo a dormir y sueño que estoy bailando, y cantando y tocando mi violín.
La angustia empezaba a hacer un nudo en la garganta de la caracolita.
-Pero...¿no trabajas nunca?
No, caracolita. ¡Dios me cuide! Si yo trabajara con mis brazos, se me cansarían los brazos y luego no podrá tocar mi violín.
-...¡Podrías trabajar con tus piernas!
-¡No¡ ¡Si yo trabajara con las piernas, se me cansarían la piernas y luego no podría bailar
-...¡Con la boca!
-¡No, Caracolita, no¡ ¡Si yo trabajara con la boca, se me cansaría la boca y no podría cantar!
“Es triste”, se quedo pensando la caracolita, “que cuando ella encontraba alguien con quien casarse él no sabía trabajar”.
Sus ojos se volvieron a ponerse salados, y pensó en las palabras de su madre: “Un hombre trabajador, para que te haga tu casita”.
De pronto, su corazón comenzó a repicar ilusionado. ¡Si sólo fuera por la casa, ella misma podría construirla!.
-Grillito. ¡quieres casarte conmigo?
-¿casarme contigo?
-sí, cásate conmigo. ¿No me encuentras bonita?.
-si me gustas mucho. Pero ... y ¿donde vamos a vivir?
-No te apures por eso Grillito. Yo arreglaré todo.
Presurada se fue a la milpa y cortó una calabaza grande. Con mucho cuidado, alegre le sacó las tripas, la pintó de colorado. Hizo en la parte de arriba una puertecita por donde entra el sol en las mañanas y en la noche la luz de las estrellas.
Se casaron los dos, y vivieron felices, muy felices. La caracolita se levantaba en la madrugada a buscar yerbas para el desayuno, que levaba a la cama donde dormía el grillito. Mientras ella arreglaba la casa y preparaba la comida, él tocaba su violín. Por las tardes salían los dos al bosque; él para cantar y bailar y ella para mirarlo. Se pintaba los labios de tojo y se envolvía en un rebozo azul, eran felices, muy felices, él cantando, bailando y tocando su violín y ella mirándolo... mirándolo... mirándolo.
Esta noche, cuando se metieron en su casita con el fin de dormir, no había estrellas, ni luna, y las ramas comenzaban a llamar a la lluvia con sus voces roncas.
Apenas habían metido en la cama cuando la lluvia comenzó a dejar caer sus goteras gordos que repicaban en el techo de la casa como si fuera Sábado de Gloria.
-Grillito –dijo ella-. Estoy pensando si nos olvidaríamos de cerrar la ventana del techo. -Duérmete, caracolita duérmete ya mañana veremos si esta cerrada.
-Grillito, ¡levántate a cerrar la ventana, que la lluvia está cayendo dentro de la casa!.
-Duérmete, Caracolita; sola casa se moja, el sol de mañana volverá a secarla.
-Grillito, ¡levántate a cerrar la ventana, que el agua sigue entrando¡
-Duérmete Caracolita. Sueña que estoy bailando y que tú me miras. Ya mañana veremos cómo echar fuera el agua de la lluvia.
Y se durmieron los dos. Él soñando que cantaba y bailaba y tocaba su violín, y ella llorando porque su marido era perezoso que no sabía levantarse de la cama para cerrar una ventana.
Y la lluvia siguió entrando por la ventana abierta e inundó las patas de la cama y siguió; y siguió subiendo e inundo el colchón; y siguió subiendo y subiendo hasta que cubrió al grillo y a la caracola que estaban dormidos.....

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